A los 18 años, Rodrigo Matta heredó una fábrica de cubiertos plásticos. Rápidamente entendió que fabricar residuos no era el camino a seguir: “Después de venderla, dije: ‘Voy a dedicarme a todo lo contrario; a sanar todo esto que estuvo mal’. Y tomé la madera como medio de comunicación”, recuerda.